¿Por
qué La Bolsa reacciona por la mañana ante la noticia del paro en un país de
otro continente y por la tarde lo hace en sentido opuesto al salir el informe
de otro más lejano aún? ¿Por qué es “estúpida” y se mueve ante la sutileza como
si fuesen volcanes, sin memoria y sin sentido del tiempo? ¿Acaso es relevante
saber que sube con flecha verde X %, si al día siguiente –o al cabo de unas
horas- nos alarmamos con otra roja que, apuntando al suelo, va acompañada de
una noticia de preocupación? ¿Qué dice realmente La Bolsa cuando “baila” en
nuestro Siglo XXI? ¿Es útil la información que recogemos de ella? ¿Para qué?
Pues bien, entender todo esto es más
sencillo de lo que parece, y lo que si es complejo es que alguien nos lo diga,
en vez de decirnos solamente cómo está en ese momento específico. La Bolsa de
Valores nació hace más de 500 años y su concepto ha evolucionado desde un
origen cierto hacia dos versiones muy distintas que nada tienen que ver entre
sí ni con su origen. Lo primero, por supuesto, es comprender qué es La Bolsa.
Lo explicaré desde su estado elemental o, como diría Platón, desde la
perspectiva de su esencia: La Bolsa era el lugar donde las empresas conseguían
evitar el estadio del préstamo financiero y sin embargo recoger liquidez.
¿Cómo?, pues creando este lugar donde se vendían pequeñas partes de las mismas
y las gentes, confiadas en su desarrollo, pagaban a cambio de la seguridad que
les transmitían las empresas. Una vez echo el trámite, las dos partes
conseguían lo que querían: La vendedora tendría liquidez y el comprador un
porcentaje del valor de ella, pudiendo revenderlo cuando quisiera al precio que
se lo pagase otro comprador a su vez que disfrutar de su proporción de
beneficios si fuese el caso. A papel y lápiz y gritos de “¡vende, vende,
compra!” la gente se reunía para hacer este cambio y el invento cobró fuerza.
¿Qué ocurrió hasta hoy? Esa primera acción o valor de Bolsa comprada, que
financió a la empresa, dejó de ser importante para la misma pues el objetivo
estaba conseguido –financiación por un porcentaje de su valor en vez de un
préstamo-, y quien recogió el protagonismo fue el comprador. Éste, con sus
valores en mano, comenzó a ver cómo esa empresa crecía y otras gentes le pedían
que les vendiese su papel de reconocimiento de posesión porcentual del valor
por más dinero del que había pagado. El “juego” de la Bolsa dejó de ser un
mercado primario de financiación –para la empresa de la que se es titular de
una participación- y, el de segunda mano que ya nada le afectaba, fue el que
acaparó toda la atención y protagonismo.
Desde un punto de vista estadístico,
aquellas compras de personas ahorradoras suponían una confianza en las empresas
pues veían en ellas mayores probabilidades de rentabilidad cuando las quisieran
vender -en el futuro- que la posesión del dinero bajo llave en casa o invertido
en otro lugar (banco, otros negocios, etc.). El desarrollo de este control
estadístico empezó a realizarse con unas cotizaciones diarias de lo que la
gente hacía en sus compras y ventas, pues las apuestas de ahorros en quienes
cotizaban se hacían a modo de “lugar seguro”. El resultado fue un interesante
medidor, pero no de la calidad de las empresas, sino de la confianza de los
ahorradores en la mejoría futura del valor de las mismas. El papel comenzó a
arder y las cotizaciones diarias se hacían a gritos, gritos tan legendarios que
quién no pone voz a un “¡compra, compra, compra! ¡vende, vende!” de sombrero y
manos levantadas haciendo círculos. ¿Qué era todo eso? Pues nada que dijese si
las empresas estaban bien o mal, sino solamente si la gente ahorradora confiaba
en ellas o no. Digo ahorradora porque nuestros abuelos, si invertían, lo hacían
durante años en empresas consolidadas y no lo tocaban nunca, pues la percepción
era la del largo placismo; la Bolsa era el lugar donde se hacían apuestas de
inversión a futuro sin necesidad de gestionarlas personalmente, solo había que
esperar. Este mercado de segunda mano, tras dejar –La Bolsa- de ser la búsqueda
de financiación primaria, se volvió prácticamente el todo y su base era la
confianza intuitiva y el conocimiento del futuro y el mercado.
Y todo cambió, evolucionó, desde este primer factor
conceptual de mercado de financiación y confianza ahorrativa, hacia un centro
de análisis de la confianza colectiva. Los índices generales –IBEX35, por
ejemplo- eran fórmulas para medir,
como un termómetro, esta confianza. Algo realmente interesante y complejo que de
forma primordial necesitaba reflejar cierto grado de certidumbre de la mejor
manera posible. ¿Cómo? Pues estos índices se componían / componen de los
principales valores del mercado, los más potentes y representativos, y las
proporciones de los mismos se fijaron seudo-estáticamente en las empresas que
los representaban –a los índices- con mayor peso sobre el total –de la Bolsa-. Es
decir, las grandes empresas de La Bolsa indicaban el bienestar de la Bolsa en
su totalidad.
Se entiende que, con este método, quedaba plasmado
para el “juego” de la inversión, en capital nuevo o de segunda mano, una
información útil para los ahorradores. Y resultó interesante, no solo para los
actores de La Bolsa sino para todos aquellos que participan en el escenario de
la misma: Políticos, pueblo, países socios y vecinos… Era realmente útil para
muchas cosas. Los “¡vende, vende; compra, compra!” repuntaron con extrema
agresividad a medida que pasaba el tiempo y la información periodística de lo
que allí sucedía se hizo eco del interés por esta información, transmitiéndola
para todos cada vez con mayor detalle y fuerza. La información de los índices
estadísticos de Bolsa pasó a ser información
útil para la Sociedad sobre el estado de confianza colectivo de los ahorradores
en las empresas.
¿Qué ocurrió para que ya no sea así? ¿Qué ha pasado
para que hoy día haya “dos Bolsas” en el Siglo XXI, la de los inversores y la
del periodismo? Básicamente solo pasó que la información fue cogiendo fuerza.
Velocidad. Las cotizaciones diarias y los ciclos de interés para el estudio de
la misma se recortaron. Lo que antes sabíamos en porciones de 1 unidad de
información diaria, llega ahora a ser infinitesimal en cualquier tramo horario.
El concepto “Bolsa” Nº 1, el de los inversores, se transformó de un punto de
financiación no prestamista por un durísimo y muy destacado mercado de segunda
mano que nada influye en la producción o liquidez de los valores que se
cambiaban; una acción vendida con un 20% de aumento sobre el valor de compra
no supone una mayor rentabilidad de la empresa, pues no pasa por ella la subida
o bajada ya puesto ese valor inicial en el mercado. Estas gestiones de
puesta en el mercado de nuevas acciones siguen existiendo, son titulares
importantes y siguen el ritmo “despacio” original frente al torbellino de la
segunda mano moderna: Ya no invierte el ahorrador para tener un seguro de
futuro, sino que compramos por la mañana con una taza de café en casa las
participaciones mínimas –al alcance de CASI cualquiera- y las vendemos por la
tarde, comprando dos diferentes y “jugando” a modo local, sin ver siquiera la
empresa, simplemente apostando al valor futuro. Esto tanto en casa como en el extranjero,
todo al alcance y a un clic de distancia. No importa nada más que “el juego” y
las acciones del mercado masivo e informatizado, accesible a casi cualquier
individuo del planeta, generan recorridos diarios profundamente cíclicos a “la
partida” de ese día, más que de ese y futuros años. El gráfico diario y la
tendencia, así como el valor real intuido y el valor en el momento de la
partida influyen en la decisión muchísimo más que el valor real que percibimos
de la empresa pues en este mercado de segunda mano lo que nos interesa es mover
muchas veces nuestras fichas hacia la rentabilidad exclusivamente, y no hacia
la confianza.
Es decir, el primer “valor conceptual” de La Bolsa
pasó de ser el centro largo placista ahorrativo y de aumento de liquidez a un
profundísimo juego de dinero asociado a los pensamientos masivos más
inmediatos. Se perdió el factor representativo, termómetro, que tenía su dato
para el conocimiento de cómo estamos en la confianza ahorradora colectiva. Una
economía profundamente desarrollada y en un crecimiento brutal con una
seguridad de futuro casi perfecta puede entrar, pese a todo esto, en una
espiral de declive en el valor de Bolsa de sus acciones porque los jugadores
estén inmersos en un pulso “compra – venta” virtual a la baja. Es posible, y es
lo que creo que vivimos hoy día. La
empresa no vale menos, ni tiene menos cuando baja en Bolsa un X %. Puede
tener incluso más y valer más, no en valores medibles económicamente por la
oferta y demanda, sino en su valor elemental o de productividad y
competitividad. La variación del precio de compra-venta, directa y estrictamente
hablando, no genera ninguna variación en la producción o eficiencia de las
empresas, no reciben ni pierden más o menos por las variaciones de Bolsa de sus
acciones –al menos directamente-. Es como una carrera de caballos donde antes
comprabas el billete y en función de la posición en que llegaba cobrabas.
Ahora, se compra el billete y antes de que lleguen al final vendemos y
compramos cientos de veces nuestra apuesta y cientos de veces, especulando con los
factores (viento, cansancio del jinete, etc.), vamos ganando en función del
momento de la compra y venta y no de cómo van en la carrera; nos es indiferente.
No nos importa. Compramos en 5ª posición y vendimos en 4ª, y así con cien
apuestas donde no se paga más por la cercanía en la distancia a la meta sino
por el Nº de personas dispuestas a comprar nuestra apuesta. Nos hemos vuelto
especialistas en esta 1ª variante de la doble conceptualización de la Bolsa de
ganar dinero comprando y vendiendo billetes, y nos importa un bledo si acabarán
o no las carreras los caballos por los que pasa nuestro dinero en el momento de
las apuestas.
De forma más sencilla: El inversor ha evolucionado
hacia “las masas” en vez del ahorrador, y las transacciones se han
especializado en el juego del beneficio de transacciones eficientes a los datos
que influyen en el Nº de compradores, en vez de la confianza. Esta es la primera variación conceptual de
la Bolsa: Pérdida de interés por las empresas y la confianza en las mismas por el
aumento del valor de la rentabilidad eficiente del dinero invertido.
La segunda vertiente viene paralela a esta. El periodismo.
Los medios de comunicación tienen su rédito en el número de lectores / oyentes
/ televidentes, y para ello las líneas editoriales, la fidedigna información,
la valoración de los periodistas… Todo cuenta. Y en este “saco” entra la
información “antigua” de la Bolsa que nos venden como fresca en las formas
actuales. Un dato es transgiversable con facilidad pues, el paro, por ejemplo,
va en función de cómo lo digas. Puede crecer respecto al año pasado en Nº
absoluto o puede bajar en proporción porcentual; si el gobierno es de una línea
de pensamiento, los medios toman los datos afines a su público para mantener su
rédito profesional: Seguidores de sus noticias. ¿Quién no lo ve en la prensa
deportiva, por ejemplo, entre AS / Marca y Sport / Mundo Deportivo? De igual
manera los datos de Bolsa, antiguos reflejos de la confianza de la sociedad,
pueden extrapolarse a una noticia optimista o pesimista. La Bolsa ya no es el
juego de información precisa de la salud de la economía colectiva, pues sus
normas y participantes han dado un giro de 180º y a modo de Casino las apuestas
son especulaciones de los movimientos masivos futuros. Lo mismo da la economía,
la empresa en la que se invierte; es importante si la compras a un precio que
en un momento futuro puedes vender más elevado. La prensa “omite” esta
información y habla de la Bolsa y los índices como los fieles reflejos de la
situación colectiva económica; falso. Podemos decir que es un medidor, si,
claro que si. ¿El mismo que antaño? No, seguro que no. Ya no se refleja igual,
pues los ciclos absurdos que nos presentan de “¡crisis!, bajamos de los X
puntos básicos que no se llegaban desde hace 30 años” al día siguiente es “maravillosa
recuperación, la mayor subida en un día en los últimos 50 años”. Nos marean,
nos hacen perder el interés y lo único que consiguen es su objetivo, que es la 2ª definición del Siglo XXI de la Bolsa:
Que sigamos sus líneas editoriales y de pensamiento socio-económico.
Al igual que los inversores, la prensa en general ha
evolucionado en este sentido, al aprovechamiento de la extrapolación de números
e índices que anteriormente eran reflejos más acertados de la realidad. Los
siguen presentando en sociedad como REALIDAD o al menos no relativizan el dato,
simplemente lo indican. Eso vende. El dilema ético de la prensa no es solo
aplicable a la información de Bolsa, sino que es de sobra conocido por todos
que en cualquier tema la frontera moral de las noticias es muy delicada. Creo
que nos perdemos en flechas verdes y rojas y noticias optimistas y pesimistas
de Bolsa porque no adaptamos nuestras noticias, ansiosas de crear consumidores
afines a sus líneas editoriales, a la autentica modernización de la misma. Este
segundo concepto tiene caducidad, pues el aprovechamiento que se hace de esta
información terminará evolucionando:
1) Datos de tendencias de Bolsa en plazos mucho más
largos que el día serán noticia en el mundo de la información.
2) Las variables de Bolsa serán información de consumo
de productos financieros, no de calidad económica.
3) Los índices “representativos” se redefinirán, gracias
al alcance tecnológico, a nuevos índices de confianza en el mercado con una
participación de los actuales y no la total visualización de los mismos como “noticia”
(las empresas que no cotizan, mayor peso del valor percibido y no del valor de
mercado de compra-venta, realidad de empresas y no el juego de sus acciones, etc.).
Es decir, el IBEX35 –y demás índices- formarán parte de otros índices realmente
informativos del estado de las confianzas colectivas o la economía, pero no lo
serán en su estado único y absoluto.
En fin, es complejo, pero es sencillo:
Hablamos de LA BOLSA como si fuese el antiguo pozo rápido y sencillo del cual traspolar
los datos de la economía –hace años, y no tecnológica- cuando se ha
transformado en un juego más de nuestra organización colectiva. Su objetivo ha
cambiado. Y el de la prensa que da sus datos, también.
Algunos ejemplos de titulares (en
wikipedia, IBEX35 se pueden leer) de Bolsa "destacados" para este
segundo concepto periodístico y sus "bailes" informativos de titulares
interesados:
- ↑ «El IBEX 35 celebra su 15º cumpleaños con una revalorización superior al 400%». El Mundo (15 de enero, 2007). Consultado el 21-01-2008.
- ↑ «El Ibex-35 cierra con pérdidas del 9,14%, la mayor caída de toda su historia». 20 minutos (10 de octubre, 2008). Consultado el 10-10-2008.
- ↑ «La Bolsa, de 'locos': el Ibex registra la mayor subida de la historia». El Mundo (10 de mayo, 2010). Consultado el 10-05-2010.
El valor de las cosas físicas también ha cambiado, y hoy Google vale más que Repsol y Telefónica juntos... La efímera existencia del valor es muy influyente en la especulación de Bolsa.
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