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A veces no me doy cuenta de que nada tiene sentido. A veces pienso en comer o pienso en pensar, a veces creo que es importante bailar, salir, conocer. Algunas veces me parece importante escribir, escuchar música o reflexionar, y se me olvida que nada tiene sentido. A veces, sólo a veces, me es importante enamorarme, tener amigos, conocer a mi familia y dejar que me conozcan a mí. A veces se me olvida que no tiene sentido oír una canción o leer un libro mientras la oigo o lo leo; a veces no me doy cuenta de que no tiene sentido la vida cuando me baño con agua caliente, cuando me cepillo los dientes, cuando me voy a dormir y cuando despierto en las mañanas. A veces pienso en el fútbol, en ella y en ellos, y se me olvida que no va a pasar de ser nada, que no va a durar más de lo que dure el tiempo.

A veces, en esos momentos, todo vale la pena y todo tiene sentido, todo es eterno.

La Bolsa del Siglo XXI: Una evolución conceptual bífida


¿Por qué La Bolsa reacciona por la mañana ante la noticia del paro en un país de otro continente y por la tarde lo hace en sentido opuesto al salir el informe de otro más lejano aún? ¿Por qué es “estúpida” y se mueve ante la sutileza como si fuesen volcanes, sin memoria y sin sentido del tiempo? ¿Acaso es relevante saber que sube con flecha verde X %, si al día siguiente –o al cabo de unas horas- nos alarmamos con otra roja que, apuntando al suelo, va acompañada de una noticia de preocupación? ¿Qué dice realmente La Bolsa cuando “baila” en nuestro Siglo XXI? ¿Es útil la información que recogemos de ella? ¿Para qué?

            Pues bien, entender todo esto es más sencillo de lo que parece, y lo que si es complejo es que alguien nos lo diga, en vez de decirnos solamente cómo está en ese momento específico. La Bolsa de Valores nació hace más de 500 años y su concepto ha evolucionado desde un origen cierto hacia dos versiones muy distintas que nada tienen que ver entre sí ni con su origen. Lo primero, por supuesto, es comprender qué es La Bolsa. Lo explicaré desde su estado elemental o, como diría Platón, desde la perspectiva de su esencia: La Bolsa era el lugar donde las empresas conseguían evitar el estadio del préstamo financiero y sin embargo recoger liquidez. ¿Cómo?, pues creando este lugar donde se vendían pequeñas partes de las mismas y las gentes, confiadas en su desarrollo, pagaban a cambio de la seguridad que les transmitían las empresas. Una vez echo el trámite, las dos partes conseguían lo que querían: La vendedora tendría liquidez y el comprador un porcentaje del valor de ella, pudiendo revenderlo cuando quisiera al precio que se lo pagase otro comprador a su vez que disfrutar de su proporción de beneficios si fuese el caso. A papel y lápiz y gritos de “¡vende, vende, compra!” la gente se reunía para hacer este cambio y el invento cobró fuerza. ¿Qué ocurrió hasta hoy? Esa primera acción o valor de Bolsa comprada, que financió a la empresa, dejó de ser importante para la misma pues el objetivo estaba conseguido –financiación por un porcentaje de su valor en vez de un préstamo-, y quien recogió el protagonismo fue el comprador. Éste, con sus valores en mano, comenzó a ver cómo esa empresa crecía y otras gentes le pedían que les vendiese su papel de reconocimiento de posesión porcentual del valor por más dinero del que había pagado. El “juego” de la Bolsa dejó de ser un mercado primario de financiación –para la empresa de la que se es titular de una participación- y, el de segunda mano que ya nada le afectaba, fue el que acaparó toda la atención y protagonismo.

            Desde un punto de vista estadístico, aquellas compras de personas ahorradoras suponían una confianza en las empresas pues veían en ellas mayores probabilidades de rentabilidad cuando las quisieran vender -en el futuro- que la posesión del dinero bajo llave en casa o invertido en otro lugar (banco, otros negocios, etc.). El desarrollo de este control estadístico empezó a realizarse con unas cotizaciones diarias de lo que la gente hacía en sus compras y ventas, pues las apuestas de ahorros en quienes cotizaban se hacían a modo de “lugar seguro”. El resultado fue un interesante medidor, pero no de la calidad de las empresas, sino de la confianza de los ahorradores en la mejoría futura del valor de las mismas. El papel comenzó a arder y las cotizaciones diarias se hacían a gritos, gritos tan legendarios que quién no pone voz a un “¡compra, compra, compra! ¡vende, vende!” de sombrero y manos levantadas haciendo círculos. ¿Qué era todo eso? Pues nada que dijese si las empresas estaban bien o mal, sino solamente si la gente ahorradora confiaba en ellas o no. Digo ahorradora porque nuestros abuelos, si invertían, lo hacían durante años en empresas consolidadas y no lo tocaban nunca, pues la percepción era la del largo placismo; la Bolsa era el lugar donde se hacían apuestas de inversión a futuro sin necesidad de gestionarlas personalmente, solo había que esperar. Este mercado de segunda mano, tras dejar –La Bolsa- de ser la búsqueda de financiación primaria, se volvió prácticamente el todo y su base era la confianza intuitiva y el conocimiento del futuro y el mercado.

Y todo cambió, evolucionó, desde este primer factor conceptual de mercado de financiación y confianza ahorrativa, hacia un centro de análisis de la confianza colectiva. Los índices generales –IBEX35, por ejemplo- eran fórmulas para medir, como un termómetro, esta confianza. Algo realmente interesante y complejo que de forma primordial necesitaba reflejar cierto grado de certidumbre de la mejor manera posible. ¿Cómo? Pues estos índices se componían / componen de los principales valores del mercado, los más potentes y representativos, y las proporciones de los mismos se fijaron seudo-estáticamente en las empresas que los representaban –a los índices- con mayor peso sobre el total –de la Bolsa-. Es decir, las grandes empresas de La Bolsa indicaban el bienestar de la Bolsa en su totalidad.

Se entiende que, con este método, quedaba plasmado para el “juego” de la inversión, en capital nuevo o de segunda mano, una información útil para los ahorradores. Y resultó interesante, no solo para los actores de La Bolsa sino para todos aquellos que participan en el escenario de la misma: Políticos, pueblo, países socios y vecinos… Era realmente útil para muchas cosas. Los “¡vende, vende; compra, compra!” repuntaron con extrema agresividad a medida que pasaba el tiempo y la información periodística de lo que allí sucedía se hizo eco del interés por esta información, transmitiéndola para todos cada vez con mayor detalle y fuerza. La información de los índices estadísticos de Bolsa pasó a ser información útil para la Sociedad sobre el estado de confianza colectivo de los ahorradores en las empresas.

¿Qué ocurrió para que ya no sea así? ¿Qué ha pasado para que hoy día haya “dos Bolsas” en el Siglo XXI, la de los inversores y la del periodismo? Básicamente solo pasó que la información fue cogiendo fuerza. Velocidad. Las cotizaciones diarias y los ciclos de interés para el estudio de la misma se recortaron. Lo que antes sabíamos en porciones de 1 unidad de información diaria, llega ahora a ser infinitesimal en cualquier tramo horario. El concepto “Bolsa” Nº 1, el de los inversores, se transformó de un punto de financiación no prestamista por un durísimo y muy destacado mercado de segunda mano que nada influye en la producción o liquidez de los valores que se cambiaban; una acción vendida con un 20% de aumento sobre el valor de compra no supone una mayor rentabilidad de la empresa, pues no pasa por ella la subida o bajada ya puesto ese valor inicial en el mercado. Estas gestiones de puesta en el mercado de nuevas acciones siguen existiendo, son titulares importantes y siguen el ritmo “despacio” original frente al torbellino de la segunda mano moderna: Ya no invierte el ahorrador para tener un seguro de futuro, sino que compramos por la mañana con una taza de café en casa las participaciones mínimas –al alcance de CASI cualquiera- y las vendemos por la tarde, comprando dos diferentes y “jugando” a modo local, sin ver siquiera la empresa, simplemente apostando al valor futuro. Esto tanto en casa como en el extranjero, todo al alcance y a un clic de distancia. No importa nada más que “el juego” y las acciones del mercado masivo e informatizado, accesible a casi cualquier individuo del planeta, generan recorridos diarios profundamente cíclicos a “la partida” de ese día, más que de ese y futuros años. El gráfico diario y la tendencia, así como el valor real intuido y el valor en el momento de la partida influyen en la decisión muchísimo más que el valor real que percibimos de la empresa pues en este mercado de segunda mano lo que nos interesa es mover muchas veces nuestras fichas hacia la rentabilidad exclusivamente, y no hacia la confianza.

Es decir, el primer “valor conceptual” de La Bolsa pasó de ser el centro largo placista ahorrativo y de aumento de liquidez a un profundísimo juego de dinero asociado a los pensamientos masivos más inmediatos. Se perdió el factor representativo, termómetro, que tenía su dato para el conocimiento de cómo estamos en la confianza ahorradora colectiva. Una economía profundamente desarrollada y en un crecimiento brutal con una seguridad de futuro casi perfecta puede entrar, pese a todo esto, en una espiral de declive en el valor de Bolsa de sus acciones porque los jugadores estén inmersos en un pulso “compra – venta” virtual a la baja. Es posible, y es lo que creo que vivimos hoy día. La empresa no vale menos, ni tiene menos cuando baja en Bolsa un X %. Puede tener incluso más y valer más, no en valores medibles económicamente por la oferta y demanda, sino en su valor elemental o de productividad y competitividad. La variación del precio de compra-venta, directa y estrictamente hablando, no genera ninguna variación en la producción o eficiencia de las empresas, no reciben ni pierden más o menos por las variaciones de Bolsa de sus acciones –al menos directamente-. Es como una carrera de caballos donde antes comprabas el billete y en función de la posición en que llegaba cobrabas. Ahora, se compra el billete y antes de que lleguen al final vendemos y compramos cientos de veces nuestra apuesta y cientos de veces, especulando con los factores (viento, cansancio del jinete, etc.), vamos ganando en función del momento de la compra y venta y no de cómo van en la carrera; nos es indiferente. No nos importa. Compramos en 5ª posición y vendimos en 4ª, y así con cien apuestas donde no se paga más por la cercanía en la distancia a la meta sino por el Nº de personas dispuestas a comprar nuestra apuesta. Nos hemos vuelto especialistas en esta 1ª variante de la doble conceptualización de la Bolsa de ganar dinero comprando y vendiendo billetes, y nos importa un bledo si acabarán o no las carreras los caballos por los que pasa nuestro dinero en el momento de las apuestas.

De forma más sencilla: El inversor ha evolucionado hacia “las masas” en vez del ahorrador, y las transacciones se han especializado en el juego del beneficio de transacciones eficientes a los datos que influyen en el Nº de compradores, en vez de la confianza. Esta es la primera variación conceptual de la Bolsa: Pérdida de interés por las empresas y la confianza en las mismas por el aumento del valor de la rentabilidad eficiente del dinero invertido.

La segunda vertiente viene paralela a esta. El periodismo. Los medios de comunicación tienen su rédito en el número de lectores / oyentes / televidentes, y para ello las líneas editoriales, la fidedigna información, la valoración de los periodistas… Todo cuenta. Y en este “saco” entra la información “antigua” de la Bolsa que nos venden como fresca en las formas actuales. Un dato es transgiversable con facilidad pues, el paro, por ejemplo, va en función de cómo lo digas. Puede crecer respecto al año pasado en Nº absoluto o puede bajar en proporción porcentual; si el gobierno es de una línea de pensamiento, los medios toman los datos afines a su público para mantener su rédito profesional: Seguidores de sus noticias. ¿Quién no lo ve en la prensa deportiva, por ejemplo, entre AS / Marca y Sport / Mundo Deportivo? De igual manera los datos de Bolsa, antiguos reflejos de la confianza de la sociedad, pueden extrapolarse a una noticia optimista o pesimista. La Bolsa ya no es el juego de información precisa de la salud de la economía colectiva, pues sus normas y participantes han dado un giro de 180º y a modo de Casino las apuestas son especulaciones de los movimientos masivos futuros. Lo mismo da la economía, la empresa en la que se invierte; es importante si la compras a un precio que en un momento futuro puedes vender más elevado. La prensa “omite” esta información y habla de la Bolsa y los índices como los fieles reflejos de la situación colectiva económica; falso. Podemos decir que es un medidor, si, claro que si. ¿El mismo que antaño? No, seguro que no. Ya no se refleja igual, pues los ciclos absurdos que nos presentan de “¡crisis!, bajamos de los X puntos básicos que no se llegaban desde hace 30 años” al día siguiente es “maravillosa recuperación, la mayor subida en un día en los últimos 50 años”. Nos marean, nos hacen perder el interés y lo único que consiguen es su objetivo, que es la 2ª definición del Siglo XXI de la Bolsa: Que sigamos sus líneas editoriales y de pensamiento socio-económico.

Al igual que los inversores, la prensa en general ha evolucionado en este sentido, al aprovechamiento de la extrapolación de números e índices que anteriormente eran reflejos más acertados de la realidad. Los siguen presentando en sociedad como REALIDAD o al menos no relativizan el dato, simplemente lo indican. Eso vende. El dilema ético de la prensa no es solo aplicable a la información de Bolsa, sino que es de sobra conocido por todos que en cualquier tema la frontera moral de las noticias es muy delicada. Creo que nos perdemos en flechas verdes y rojas y noticias optimistas y pesimistas de Bolsa porque no adaptamos nuestras noticias, ansiosas de crear consumidores afines a sus líneas editoriales, a la autentica modernización de la misma. Este segundo concepto tiene caducidad, pues el aprovechamiento que se hace de esta información terminará evolucionando:

1)     Datos de tendencias de Bolsa en plazos mucho más largos que el día serán noticia en el mundo de la información.
2)     Las variables de Bolsa serán información de consumo de productos financieros, no de calidad económica.
3)     Los índices “representativos” se redefinirán, gracias al alcance tecnológico, a nuevos índices de confianza en el mercado con una participación de los actuales y no la total visualización de los mismos como “noticia” (las empresas que no cotizan, mayor peso del valor percibido y no del valor de mercado de compra-venta, realidad de empresas y no el juego de sus acciones, etc.). Es decir, el IBEX35 –y demás índices- formarán parte de otros índices realmente informativos del estado de las confianzas colectivas o la economía, pero no lo serán en su estado único y absoluto.

En fin, es complejo, pero es sencillo: Hablamos de LA BOLSA como si fuese el antiguo pozo rápido y sencillo del cual traspolar los datos de la economía –hace años, y no tecnológica- cuando se ha transformado en un juego más de nuestra organización colectiva. Su objetivo ha cambiado. Y el de la prensa que da sus datos, también.

Algunos ejemplos de titulares (en wikipedia, IBEX35 se pueden leer) de Bolsa "destacados" para este segundo concepto periodístico y sus "bailes" informativos de titulares interesados:

  1. «El IBEX 35 celebra su 15º cumpleaños con una revalorización superior al 400%». El Mundo (15 de enero, 2007). Consultado el 21-01-2008.
  2. «El Ibex-35 cierra con pérdidas del 9,14%, la mayor caída de toda su historia». 20 minutos (10 de octubre, 2008). Consultado el 10-10-2008.
  3. «La Bolsa, de 'locos': el Ibex registra la mayor subida de la historia». El Mundo (10 de mayo, 2010). Consultado el 10-05-2010.

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