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A veces no me doy cuenta de que nada tiene sentido. A veces pienso en comer o pienso en pensar, a veces creo que es importante bailar, salir, conocer. Algunas veces me parece importante escribir, escuchar música o reflexionar, y se me olvida que nada tiene sentido. A veces, sólo a veces, me es importante enamorarme, tener amigos, conocer a mi familia y dejar que me conozcan a mí. A veces se me olvida que no tiene sentido oír una canción o leer un libro mientras la oigo o lo leo; a veces no me doy cuenta de que no tiene sentido la vida cuando me baño con agua caliente, cuando me cepillo los dientes, cuando me voy a dormir y cuando despierto en las mañanas. A veces pienso en el fútbol, en ella y en ellos, y se me olvida que no va a pasar de ser nada, que no va a durar más de lo que dure el tiempo.

A veces, en esos momentos, todo vale la pena y todo tiene sentido, todo es eterno.

La era de las mujeres: Un momento ineludible para la historia.

Desde que tengo constancia de mi memoria he escuchado –en algunas ocasiones, no siempre- eso de que “si las mujeres fueran los líderes del mundo…” en pro de una mejora sustancial de nuestras condiciones colectivas e individuales. Mientras más lo pienso, más claro lo tengo. Mientras más descubro a través de las lecturas, más profunda me parece esta realidad y, mientras más especulo en mi cabeza, más claro tengo que serán los líderes del Siglo XXI. Si “el hombre negro” llegó al poder al final del Siglo XX para firmar el rechazo al racismo por parte del sistema tras una intensa revolución de igualdad centenaria, el Siglo XXI nos traerá –con seguridad, aunque sea al final de otro centenar de años- un mundo liderado por mujeres. Me inspira a escribir esto el hecho de que en las tertulias es fácil decirlo, pero el mismísimo presidente de Estados Unidos lo ha dicho públicamente hace un par de días y me reafirma, me reafirma a pensarlo, a escribirlo y decirlo además de analizarlo detenidamente tanto como me es posible para comprender la causa de este argumento intuitivo.

Evolutivamente hablando las mujeres se han preparado para el cuidado y desarrollo del hogar. Su condición de madres las ha hecho más débiles físicamente, algo que hasta hace muy poco les daba una desventaja profunda en su lucha de igualdad y las dejaba en una situación de dominio por parte de su propio colectivo –masculino- y su núcleo familiar propiamente dicho. Evolutivamente hablando, el hombre salía de la caverna, cazaba, peleaba y dominaba, asegurando la estabilidad y buscando el desarrollo y la conquista. Evolutivamente hablando todo este equilibrio era necesario, pero el caldo de cultivo que se generó es, en mi humilde opinión y reflexionando en voz alta, perfecto para generar líderes adecuados a nuestro Siglo de la Información o los repartidos profesionales “2.0” que se engendran y esparcen en todos los conceptos y materias conocidas desde hace pocos años. Los líderes 2.0 tienen que tener las cualidades de una madre más que de un padre, pues el hogar defendido por soldados jefes en las cavernas ha perdido fuelle y, lamentablemente, se sostiene hoy día por esos mismos soldados jefes de caverna que somos los hombres dominando nuestro hogar. El pueblo se vuelve histérico y como si no estuviésemos presentes en la conversación se nos manda a callar a bofetadas por nuestro veterano padre de guerras, conocedor de cómo mantener la calma en el hogar, relacionarse con los vecinos, llevar la economía, etc.; en definitiva, el orden colectivo masivo. Una madre, sin embargo, en términos de probabilidad siempre tendrá mayores capacidades genéticas para las nuevas necesidades sociales, pues su concepción vital como individuo la ha hecho tal cual la demandamos en nuestros hogares de mundo desarrollado: Dialogantes, reflexivas, con el “sexto sentido” de madre por la búsqueda del bien, a lo Pandora y cortando las cuerdas del enemigo por el bien colectivo masivo, como hace la reina y no el rey, luchador incansable de Avatar. Arriesgaremos más en nuestras defensas y expansiones pero, ¿acaso es lo que demandamos en el Siglo XXI, defensa y expansión?. No solo son más débiles físicamente –desde los tiempos de la antigua Roma ya los líderes no luchan / mueren con sus ejércitos, “tarea de hombres”- sino que, además, tienen un criterio mucho más profundo de justicia y equilibrio y una perspectiva de desarrollo menos violenta o, mejor dicho, menos obsoleta a nuestros tiempos de la información: Las mujeres son capaces de ordenar ataques injustos, por supuesto, pero con mayor criterio del civismo que los hombres en una probabilidad media por individuo (entre decisión por un varón o una mujer).

Lo que intento explicar es que, de cada 100 mujeres que lideren los organismos colectivos, habrá un mayor número de ellas con políticas e ideas entusiastas para las nuevas demandas de orden social, mientras que por cada 100 hombres que lo hagan el porcentaje claramente será menor. Las suspicacias entre los líderes masculinos nos arrollan, porque sabemos que somos así, expansivos, dominantes; vamos a una competencia de silencios con escudos de misiles y amenazas falsas, demostraciones de virilidad y demostrar la capacidad de liderazgo basada, muchas veces, en la violencia. ¿Es molesto ver a Federer llorar en una pista de tenis? Al contrario, hasta nos gusta; pero seguro que conocemos a muchos –hombres- que opinan lo contrario. En un pequeño ejercicio mental, ¿conocemos a más mujeres que hombres a los que les moleste ver a un “macho” llorar? Esa respuesta rápida que tenemos todos, llevada a gran escala, sigue siendo la misma y en una regla de tres el porcentaje de energía que dedicamos a la guerra de poderes masculina se disminuiría, transformándose por el pro de nuestras nuevas demandas.

No creo que las primeras mujeres en el poder sean conciliadoras directas de esta causa y reafirmen este texto, pero si que creo que a largo plazo y en un juego de repeticiones la tendencia matemática es ineludible, como lo demuestra la vida misma. La evolución nos hace enseñar los dientes cuando sentimos rabia, aunque no mordamos. De la misma manera hará líderes a las mujeres, aunque seamos conscientes de nuestras deficiencias como hombres; ya hemos tenido muchos siglos donde hemos sido necesarios, este es el comienzo del siglo de las mujeres… Realmente entusiástico para los hombres que lloramos.

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