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A veces no me doy cuenta de que nada tiene sentido. A veces pienso en comer o pienso en pensar, a veces creo que es importante bailar, salir, conocer. Algunas veces me parece importante escribir, escuchar música o reflexionar, y se me olvida que nada tiene sentido. A veces, sólo a veces, me es importante enamorarme, tener amigos, conocer a mi familia y dejar que me conozcan a mí. A veces se me olvida que no tiene sentido oír una canción o leer un libro mientras la oigo o lo leo; a veces no me doy cuenta de que no tiene sentido la vida cuando me baño con agua caliente, cuando me cepillo los dientes, cuando me voy a dormir y cuando despierto en las mañanas. A veces pienso en el fútbol, en ella y en ellos, y se me olvida que no va a pasar de ser nada, que no va a durar más de lo que dure el tiempo.

A veces, en esos momentos, todo vale la pena y todo tiene sentido, todo es eterno.

jueves, 25 de agosto de 2011

El concepto de profesionalidad: Mourinho y la sinceridad vs. Guardiola y el protocolo


             Soy futbolero, cada vez menos pero futbolero al fin y, por suerte para ejemplificar mi reflexión sobre el concepto de profesionalidad, soy del Barca. Digo que tengo suerte de ser culé –y no lo digo por menospreciar al Real Madrid, del cual tengo hasta sana envidia por su increíble historia, de la mano con el mismísimo fútbol- y es que el enfrentamiento Mourinho / Guardiola tiene grandes dosis de análisis para el entendimiento de lo que es ser profesional. La rivalidad que representan, no en lo deportivo, si no en lo conceptual, es digna de ser erguida como la auténtica batalla de los estilos.

            No descubriré nada nuevo hablando de puntualizaciones específicas de las cosas que suceden en el fútbol, especialmente hoy día entre estos dos entrenadores y sus equipos y siendo –el fútbol- pragmático por si mismo con su abandono voluntario de la tecnología en pro del placer de la opinión, llegando a proclamarse por el pueblo como rey del ocio -para la práctica totalidad del planeta-. De lo que si quiero hablar es de los estilos. El fútbol es, desde mi humilde opinión, la mejor referencia de la vida. Permisivo, injusto, con situaciones imposibles y únicas, con maneras diferentes de afrontarlo y con resultados que se oponen a sus estéticas generando el dilema de las decisiones tal cual las vivimos todos. El fútbol es “algo más” para muchos, pero en su esencia es solamente un deporte y como deporte hablaré del mismo, por lo que ruego me disculpen quienes sientan heridas sus sensibilidades con este ejemplo.

            Mourinho ha sido el detonante en la reclamación de una falta de sinceridad en las personas de este deporte –según su versión pública- y se presenta en escena como el contrincante dispuesto a afrontar el reto de decir siempre lo que piensa. Independientemente de las consecuencias, siempre dirá su verdad. Al menos eso es lo que él dice.

            Guardiola por el contrario busca un “respeto obligado” y le “sale” de forma natural –también según su versión pública- el protocolo. Si el contrincante dice que se le ha insultado en los pasillos sin cámaras ni testigos, Guardiola reacciona en función de estas tres hipótesis, y las tres son profundamente protocolarias:

1)      Es cierto lo que dice el rival y Guardiola lo da por “parte del fútbol”: No lo discute en batallas de micrófonos, no lo airea o busca quitarle importancia.
2)      Es cierto lo que dice el rival y Guardiola no lo entiende como “parte del fútbol”: Lo entiende a modo de “respuesta silenciosa” por otras ofensas anteriores y no lo airea en público, pues le parece mejor hacerlo en privado (manteniendo la imagen pero defendiéndose con “trucos privados” a otros “trucos” que ve él como incitadores de sus acciones). Lo relevante para este argumento es que públicamente no lo airea, o trata de evitarlo.
3)      Es mentira lo que dice el rival: Guardiola prefiere “hablar en el campo” y no responde a las batallas con la misma contundencia pública, pensando solo en la imagen; si responde algo lo hará como 2ª prioridad, bajo la 1ª, que siempre es la imagen de “correcto”.

Independientemente de lo que se opine –otras reacciones a las hipótesis, partidismo en las 3 descripciones de reacción, etc.-, este era solo un ejemplo, y lo que si es cierto es que, ante un problema, uno decidirá de una manera y el otro lo hará de forma diferente, para gustos y actos de Fe –en la verdad de qué fue primero, el huevo o la gallina- tenemos hueco todos y lo único que queda claro son los estilos. Ambos buscan aprovechar los efectos que generan en el escenario del fútbol con la sinceridad brutal y los protocolos de lo correcto, cada uno con al suyo, con mejor o peor tino.

El estilo del luso es aprovechar el del orgullo del individuo. A nadie nos gusta que nos escupan en un ojo y no decir nada, seamos quienes seamos, y solo hace falta decir “por qué no te callas” para saber a que me refiero. La sola frase nos emana una dosis de orgullo propio involuntario y atractivo. Todos tenemos un punto de ese orgullo que nos identifica en la estrategia vital de Mourinho y ese estilo, llevado al límite, va además acompañado de una persona con una capacidad extraordinaria para organizar y entender la competición del fútbol.

El estilo del catalán es todo lo contrario. El excesivo uso de “ser comedido”, la prudencia y el respeto, la figura inerte de las entidades por encima de las personas; todo esto tiene un puntito de desazón pero lo comprendemos por la complejidad de las afecciones que tienen las personas, en este caso con la palabra “fútbol”, pero con todo en la vida. Mi madre me decía de chico que a una mujer nunca se le decía que estaba gorda. ¿Debía ser como Mourinho y ser sincero o como Guardiola y ser políticamente correcto / hipócrita (depende quien lo describa)? Guardiola representa el no decir nada fuera de lugar, que no digo que lo consiga, pero es excesiva su búsqueda a esta forma de ser públicamente y, por suerte, va acompañada de una extraordinaria capacidad para organizar y entender la competición del fútbol, tal como su antihéroe (o viceversa).

Ambos correctos en sus planteamientos y a la vez dejan en “incorrecto” al contrario, por lo que prácticamente nos obligan a elegir nuestro héroe o villano y no dan permiso, con sus cualidades profesionales (además de equipos, no hay mejor caldo de cultivo para la rivalidad deportiva que Barca y Madrid), a quedarnos en un cómodo punto medio.

Personalmente –muy personalmente- me decanto por el catalán. Tal vez por ser seguidor del Barca, quién sabe, pero comprendo sinceramente a quienes opinen lo contrario –aunque no lo comparto, en referencia a los estilos solamente- y creo que mi opinión es meditada. No parte de mi afinidad emocional, pues prefiero un hijo educado y sincero consigo mismo que sincero primero y educado después, sino que me decanto por Pep por mi percepción (y permítanme posicionarme con mi “héroe”) de que existen trabajos de imagen pública que conllevan responsabilidades ajenas a nuestra voluntad y que debemos respetar, cuestiones más trascendentales que nuestro orgullo propio que debemos, como poco, tener en cuenta. Me refiero a que la falsa modestia es la dirección menos diabólica o la más encaminada al entendimiento de los personajes públicos (en general, no solo del fútbol) y, en sus vidas personales, nadie debe criticarles nada. Frank Rijkaard no fumaba ante una cámara porque decía que “daba mal ejemplo para los niños”, siendo él fumador. Eso a mi parecer racional es lo correcto. Si sabes que hay niños viéndote siendo “cara pública”, y pones por delante las formas de un falso correcto deseado por todos en lo más elemental, pues perfecto, chapó. Si sabes que hay fanáticos que pierden el sentido deportivo y pones por delante tu sinceridad a los efectos públicos de la misma, bueno, te entiendo, pero no me gusta demasiado o mejor dicho, no lo comparto. Al menos eso opino yo, y es que cuando son referentes sociales las personas deben ser más Guardiola y menos Mourinho. Me gusta el Michael Jackson que cantaba a la igualdad, al respeto, a la concordia. Se hizo famoso y repartió este mensaje paralelo a su éxito -artístico-. El M.J. que comete o no delitos y tiene gustos dudosos no es de mi incumbencia, es su vida privada, que haga lo que quiera y que se juzgue si es necesario por las vías legales con las que se juzgan a las personas. Al M.J. público le agradezco que me diera buenas intenciones, algunas lágrimas incluso, y que me motivara en mis causas de lucha por un inocente “bien” que todos sabemos distinguir.

Lo siento por Mourinho, me parece que tiene un talento espectacular. Sus capacidades como entrenador son increíbles y me recuerda al mejor Ronaldinho sin querer entrenar (el poder decir “no quiero aprender” es un seudo-derecho de los talentosos), o a Africanus en la versión de Posteguillo perdiendo la compostura por sus delirios de capacidad. Todos, hasta los mejores -a lo mejor estos más-, debemos aprender a aprender las cosas aunque no nos gusten, incluido el protocolo. Es bueno tener una dosis de orgullo propio sólida, intacta, pero es mucho mejor saber controlarla en función de las circunstancias. La frontera entre lo personal y el buen hacer es obviamente indefinible y generan estas situaciones (que la situación se salga de lo normal nos da “derecho” a salir del protocolo), pero el fútbol, por donde han pasado tantas y tantas situaciones y personas tan especiales, sigue siendo el deporte de la tertulia de lunes que no usa repetición por cámaras, el deporte de la diversión en las polémicas y de la excitación ante los retos superados. Criticar esto como “traspasar” la frontera que obliga a ser políticamente correcto supone obviar estas cualidades de este deporte, el margen de error permitido que es insignia del propio fútbol. Creo que el madridismo se identifica justamente con ello, con el buen hacer para entender el perder de forma injusta y por ello han sido los grandes ganadores del deporte Rey, ¿quién mejor que el más educado y protocolario para liderar el fútbol, deporte de márgenes aceptados de injusticia? Nadie ha dudado, y me duele admitirlo como barcelonista, que el Real Madrid es el que mejor encaja por sus  legendarios valores de caballero, protocolarios, educados, capaces de jugar con la zona de aceptación -que es parte del mismo fútbol como se explica- sin perder los nervios. Mourinho no solo es el antihéroe de Guardiola, sino que en mi humilde opinión lo es del mismo Real Madrid, generando el intenso debate actual entre estos valores intrínsecos de la entidad –lo que decimos los barcelonistas que ocurre en Madrid, sea cierto o no- y su capacidad de comprensión del fútbol para conseguir el éxito –lo que defienden sus seguidores, así como la mala praxis del Barcelona por el excesivo protocolo jugando en los márgenes limítrofes de aceptación del fútbol -.

Pero esto es como la vida, puede que me equivoque en absolutamente todo y por ello sigo siendo futbolero…

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