1/8


A veces no me doy cuenta de que nada tiene sentido. A veces pienso en comer o pienso en pensar, a veces creo que es importante bailar, salir, conocer. Algunas veces me parece importante escribir, escuchar música o reflexionar, y se me olvida que nada tiene sentido. A veces, sólo a veces, me es importante enamorarme, tener amigos, conocer a mi familia y dejar que me conozcan a mí. A veces se me olvida que no tiene sentido oír una canción o leer un libro mientras la oigo o lo leo; a veces no me doy cuenta de que no tiene sentido la vida cuando me baño con agua caliente, cuando me cepillo los dientes, cuando me voy a dormir y cuando despierto en las mañanas. A veces pienso en el fútbol, en ella y en ellos, y se me olvida que no va a pasar de ser nada, que no va a durar más de lo que dure el tiempo.

A veces, en esos momentos, todo vale la pena y todo tiene sentido, todo es eterno.

lunes, 5 de septiembre de 2011

La estrategia global de la competición vital

Desde que me fijo en ello, creo que todos los formatos de competición buscan y generan la satisfacción de las personas por sus conceptos elementales -en las variables que les componen- y la capacidad de los mismos para asemejarse a la vida. Tres de ellos son mis favoritos, pues no son solo populares, sino que además cumplen con una serie de características que les hacen profundamente cercanos a conseguir la sensación de “jugar a estar vivos”. He querido detallar brevemente estos tres ejemplos pues son muchas las pautas que cumplen y, finalmente, me han hecho llegar a la conclusión que me inspira a escribir este post: Todo tiene una base estratégica única. Pero empecemos por las tres competiciones que describo:


AJEDREZ
Lo maravilloso del ajedrez es su representación de la vida misma. Para los que no saben jugar se trata simplemente de un juego de mesa, pero para aquellos que lo han probado más de una vez –y no demasiadas como para aprenderse muchas jugadas de memoria- la “gracia” de este pasatiempos consiste en la complejidad de cada uno de los movimientos que hagamos en relación al fin del mismo, que es ganar esa partida. Perder una pieza importante es sin duda algo que a todos nos duele cuando jugamos, cuando vemos a nuestra reina arrinconada entre peones y tal vez algún caballo, o cuando nuestra torre atrapada en su esquina esta siendo amenazada por un alfil; en esos momentos pensamos en cómo salir de esa situación, cómo salvar esas piezas clave. A los jugadores menos novatos les ocurre lo mismo, pero ellos no tratan de salvar sus piezas, sino de aprovechar las circunstancias para poner en presión al adversario, a la jugada de comer nuestra pieza o a la partida en general, y así mantener el control de la situación en todo momento y concentrados en el objetivo final. A veces hasta sonríen cuando el sacrificio es intencionado porque lo importante es, siempre, el “objetivo final” y no el valor de cada una de las figuras que nos ayudan a conseguirlo.

El aprender a jugar ajedrez es cuestión de jugarlo. Primero aprendemos como se mueven las piezas, que es capaz de hacer el caballo, porque es relevante un peón y cual es la función del rey. Una vez aprendida la lección básica, nos encontramos con lo realmente importante: Pensar en futuro. Mientras vamos moviendo las piezas creamos momentos donde todo parece a nuestro favor, pero en cuestión de segundos nuestro oponente aprovecha nuestra acción para ponerse en un triunfante jaque o, peor aún, un mate, y con el tiempo buscamos y mejoramos esa capacidad de anticipación de las jugadas.

Entonces, lo maravilloso de la relación del ajedrez con la vida misma está en lo que hacemos en ambas partidas: Mientras caminamos los primeros pasos de la vida aprendemos con acciones que nos favorecen en un período muy corto de tiempo, logramos éxitos y nos sentimos triunfantes hasta que de pronto, por una razón u otra, ésta nos hace darnos cuenta de que eso que hicimos antes ahora no nos favorece, nos deja en peor situación. Así aprendemos nuestra lección, así se comienza a vivir la vida.


POKER
            Pero para buenos ejemplos de actos lúdicos similares a la vida, me quedo todavía más con el poker. Un juego de cartas donde la suerte va asociada a las cartas que te tocaron, y las decisiones que tomamos se justifican con facilidad por la mala mano que nos ha caído. Sin embargo todos los formatos de poker acuñan una única característica que es la que les une a la vitalidad: Los buenos jugadores suelen llegar al final. Y es que tras un buen número de manos, la suerte no lo es todo, pero es mucho. La mano inicial no lo es todo, pero es mucho. Incluso nuestras decisiones, que no lo son todo, son mucho. La gran fórmula del azar donde vale tanto la suerte como la astucia, donde pesa más la suerte, pero la calidad con la que juguemos con lo que “nos ha tocado” absurdamente le iguala en peso, incluso rompe el juego porcentual y llega mágicamente ha superarlo. Tan idéntico a la vida que es difícil no ver hasta donde se encuentran relacionadas estas artes de la suerte y la astucia. Es interesante ver una partida pensando en ello… Nosotros jugamos con una infinita cantidad de manos y en tan desesperadas apuestas como para echarnos de una mesa con una buena escalera, o para ganar en silencio con una aburrida pareja de cuatros que nadie verá jamás; todo es posible, todo pasa, y nuestra calidad para decidir es tan influyente como las cartas que nos tocan, las apuestas que hagamos con ellas y los que se sienten en nuestra mesa: todo confluye en la misma dirección y con unos resultados muy similares, en un caótico y adictivo circuito de mucha, mucha paciencia.

            Es destacable además que el poker lleva consigo, a diferencia del ajedrez, un interesante aliciente de suertes que las malas decisiones, las malas apariencias e incluso las malas apuestas pueden afinarlo a favor o en contra y nos sentamos en mesas donde elegimos las apuestas iniciales, pero no las finales. La desesperación de perder –y peor aún si algunas de las perdidas han sido con buenas manos- nos lleva, como en la vida misma, a arriesgarlo todo y caer en la desesperación. Es todo cuestión de suerte y la suerte muchos dicen que se construye, ¿qué se puede parecer más?


FÚTBOL
Sin embargo ¿quién mejor que el Rey de todas las competiciones para hacer un símil a la vida?, y no lo indico por convicción, sino por su efecto llamada: El deporte más seguido del mundo, el único que alterna con las olimpíadas: El fútbol.

Detallemos algunas características básicas de este deporte. El trabajo no “paga” instantáneamente –a diferencia del mundo académico que nos prepara para vivir, con notas y evaluaciones-, es más, a veces el buen trabajo ni siquiera es pagado y las estrellas pueden conjurar contra nosotros o a favor, y la dificultad de sobrevivir aplasta la paciencia hasta llegar a los límites donde se debe decidir si queremos hacer las cosas a nuestro estilo o simplemente hacerlas para ganar, aunque no nos gusten las formas en como lo hacemos. Un equipo es una persona, que se arma en posiciones, se prepara y se acopla o se autodestruye. Un partido es un reto personal de inmediatez. Una competición es un reto a largo plazo. Cada enfrentamiento es una montaña de suertes y cada temporada una cadena de sucesos aleatorios con lo que muy poco se hace a través del trabajo, y poco más a través del talento, pero es imprescindible seguir trabajando y tener cierto talento para enfrentarse a los retos. Un deporte de equipo -¿qué hacemos satisfactoriamente en la vida donde no necesitemos a nadie?- y un trabajo atado a los resultados y estos, a su vez, atados a las personas pues es poca la certeza del fútbol, como lo es la de la vida misma, llenas ambas de árbitros, rachas, públicos y todos cuantos participan del misterioso “entorno” de(l) nuestra vida / fútbol. Todos podemos opinar sobre fútbol / vida y todos tendremos razón, solamente elegimos los argumentos que justifican nuestras opiniones y acciones y todas tienen cavidad y sentido, estén de acuerdo los demás o no. La gran magia de este deporte es la capacidad para verlo desde cualquier ángulo y decir cualquier cosa y tener siempre un sentido coherente en nuestro discurso. Es, sin duda, un excelente símil a nuestro esfuerzo y nuestros resultados así como nuestra necesidad del dinero para conseguirlos y la incapacidad de conseguirlos solamente con dinero, como la vida misma.



LA ESTRATEGÍA GLOBAL DE LA COMPETICIÓN VITAL
Y es que todo confluye en un juego de variables estáticas muy interesantes: ¿Qué no es símil a nuestra existencia en el mundo de la competición? Es biológicamente natural que juguemos en la infancia y adolescencia para descubrir nuestras capacidades, queremos y necesitamos saber nuestros límites. El proceso de descubrirnos no acaba en esta etapa y nos fortalecemos en la sana competición aprendiendo a perder injustamente, a ganar y saber hacerlo, aprendemos a ser estratégicos, a mirar al futuro con lo que hacemos; reconocemos el “camino rápido” al éxito y las desventajas de este frente a la paciencia, así como la imposibilidad de que ambas confluyan permanentemente. La competición, en si misma y a modo conceptual, es el gran símil de la vida, pues nuestro entretenimiento no es solo eso sino además lecciones prácticas para reflejarnos y aprender de ellas. Tras estas bases, es posible definir una única estrategia global.

Entendamos la base del escenario de la competición. Nos gusta la inexactitud de la biodiversidad y buscamos la precisión de la justicia: ¿Qué mejor que jugar ajedrez, poker o fútbol –o cualquier otra competición que nos parezca más acertada- para sentirnos que estamos jugando a la vida sin apostarla en sí misma? Nos creamos lugares de encuentro donde practicar y comprender intuitivamente nuestros argumentos, donde compartir la emoción vital sin perder la identidad propia pero entendiendo lo que es -tras todas las personas que lo han hecho antes- el sentido común y las alternativas al mismo, e intentando siempre recordar el valor de la competición como juego y no como causa de apuesta vital. La “estrategia única” es un proceso de 3 pasos generalizado, pues se repite en todos los aspectos de las competiciones y se basa de alguna manera en la apuesta más grande que hacen los seres vivos cuando no es un juego: sus propias vidas. El ser humano en el juego de la guerra, donde las decisiones cuestan personas, era –ya no hoy tanto como ayer- una cuestión de credibilidad en la estrategia de nuestro bando. Los posicionamientos y formaciones (antes de la pólvora especialmente) eran bazas de vida o muerte y nadie escapaba de repetir, aunque con creatividad en las maneras, los tres pasos elementales:

1er paso de la estrategia vital: Un centro lento y sacrificable en primera línea, pero que concentre seguridad y estabilidad en nuestro avance hacia la meta,
2º paso de la estrategia vital: laterales rápidos, con el objetivo de envolver al rival en movimientos agresivos, y
3er paso de la estrategia vital: una retaguardia potente que avanza tras el posicionamiento de la primera fila para atacar frontalmente, en un punto medio de fuerza y velocidad entre los laterales y el ataque central inicial.

Llevado a un juego de variables matemáticas debemos definir de manera general y comprender sus composiciones elementales. Podríamos decir que de forma procesal nuestra primera línea estratégica es la de afrontar con ánimo de detener el avance de nuestro problema / reto / adversario (PRA), haciendo pequeños sacrificios que entendemos sensatos mientras pensamos y aplicamos nuestra ofensiva, tanteando con creatividad y arriesgando para envolver a nuestro PRA en un importantísimo paso 2 con el que rodear la situación y evitar que se nos escape o para terminar de dominar el PRA. Luego, atacamos para resolver, en el cómodo paso tres o el desesperado, pero siempre hasta ganar al PRA. El fútbol (defensas y portero: contención, laterales y extremos: ataque creativo, delanteros y centros: definición final) hace todas las jugadas en un formato demasiado similar al militar. El ajedrez no es necesario ni explicarlo y el poker, más poético, cumple el mismo patrón en el juego psicológico del aguante inicial -“seguridad defensiva”-, las pruebas del oponente(s) –mentiras y riesgos, valoraciones subjetivas; una calibración creativa es nuestro ataque envolvente- y una atacada potente cuando encontramos el hueco entre nuestras sacrificadas partidas de “peones” y nuestras valoraciones de caballos y alfiles, ¿o eran defensas, carrileros y extremos?; al final es siempre el formato base de 1, 2, 3 que se grafica a continuación con valores estimativos y conceptos generales en el juego de las probabilidades, donde la suerte y nuestra decisión convergen en los pesos específicos:

Energía dedicada a…
PASO 1
PASO 2
PASO 3
            …defenderse:
50%
30%
20%
            ...conocer la situación:
20%
15%
5%
            ...conocer el riesgo:
20%
20%
20%
            …decidir cómo resolver:
5%
30%
15%
            …atacar:
5%
5%
40%


            El peso de cada paso y los conceptos donde se distribuyen son meras ejemplificaciones del argumento general, que es resaltar la secuencia elemental que nos hace apreciar la competición por su símil vital. Cabe destacar que, al igual que el equilibrio trófico en las competencias de los seres vivos, el buen balance de estos factores es la llave del éxito y aseguraría a título personal que en el fondo nuestros gustos tienden a acercarnos a competiciones donde nos veamos capaces de ponernos a prueba y conseguir un número de victorias satisfactorio.

            Al final, todo es lo mismo: 1, 2 y 3…


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu argumento!