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A veces no me doy cuenta de que nada tiene sentido. A veces pienso en comer o pienso en pensar, a veces creo que es importante bailar, salir, conocer. Algunas veces me parece importante escribir, escuchar música o reflexionar, y se me olvida que nada tiene sentido. A veces, sólo a veces, me es importante enamorarme, tener amigos, conocer a mi familia y dejar que me conozcan a mí. A veces se me olvida que no tiene sentido oír una canción o leer un libro mientras la oigo o lo leo; a veces no me doy cuenta de que no tiene sentido la vida cuando me baño con agua caliente, cuando me cepillo los dientes, cuando me voy a dormir y cuando despierto en las mañanas. A veces pienso en el fútbol, en ella y en ellos, y se me olvida que no va a pasar de ser nada, que no va a durar más de lo que dure el tiempo.

A veces, en esos momentos, todo vale la pena y todo tiene sentido, todo es eterno.

martes, 31 de diciembre de 2019

El Camino al Éxito


Odio ver a mi amigo Frank.

En el fondo es un buen tipo, vive deambulando por el barrio ensimismado en sus cosas, taciturno. Puedo verlo a diez kilómetros de distancia por sus más de dos metros de altura y pareciera esperarme casi siempre que quiero ir a cualquier lugar, allí, en el horizonte distante. Paciente. El problema es que, nada más verme él a mí, viene como un rayo y me pone el brazo sobre los hombros con todo su peso (que no es poco) y me empuja hacia otro destino distinto al mío, hablándome de sus cosas y sin escucharme, sin déjame lugar si quiera a una palabra y no es (o no quiere serlo) consciente de ello. Para cuando termina su divagante monólogo, mi destino está lejos, ha cerrado, se ha ido… O ha llegado a sucederme que ha sido tan largo el secuestro de Frank que ya ni recuerdo a dónde iba.

A veces, cuando lo vislumbro en la distancia, doy la vuelta y abandono mi deseado objetivo para no encontrarme con él… Puede que no fuera él esta vez, quién sabe, pero ante la duda voy a evitarlo.

Y evitando ver a Frank he ido por zonas que no tienen camino; son senderos que no siempre terminan llevándome a donde quería, ya sea por mi culpa al distraerme viendo una hormiga extrañísima o por verme sin paso por una maleza espesa. Otras veces ni uno ni otro, es el mero hecho de tener que andar un camino sin conocerlo lo que me hace retrasar mi llegada.

Lo que quiero decir es que, solo cuando realmente quiero llegar a un lugar, si emprendo mi rumbo sin importar a quién vea ni por donde vaya, ni qué me encuentre  ni con quien me encuentre a mí, tarde o temprano llego.

lunes, 9 de mayo de 2016

Emigrar o quedarse, el Factor X que no vemos cuando analizamos la decisión


Soy venezolano. Nací en Venezuela y a los 20 años de edad, en el año 2000, emigré. Habrán cientos de sitios donde se plasmen los pros y contras de emigrar, todos válidos, pero mi experiencia personal, al retornar a mi país 13 años después y viviendo el caos actual de mi patria, me incitan a hablar desde quien, como Desorden Público en su último sencillo sobre el tema, se siente creyente de que ambas respuestas son correctas pero que no se toma en cuenta todo lo que se debe al hablar de ello. Falta el Factor X en casi todo lo que he visto al respecto.

 

Cuando me preguntan mis amistades “para qué te viniste” o “¿y no piensas devolverte?”, les doy un ejemplo muy singular: Todos tenemos familia; padres, tíos, hermanos, primos y abuelos e incluso amistades que sentimos parte de nuestra familia. Todos tienen sus virtudes y defectos y las conocemos bien. Ahora pensemos que, por ejemplo, la familia de Will Smith pretende adoptarnos y nos darán todas las oportunidades “soñadas” en el espectro más cuantificable de nuestros deseos: Vehículo, buena casa, estudios, buena ubicación y oportunidades, etc. ¿Cambiarás a tu familia, con sus virtudes y defectos, por esta magnífica oportunidad? Estoy convencido de que una amplia mayoría tiene un rotundo NO como respuesta. Pues bien, emigrar de nuestro país / ciudad es, en gran escala, una situación similar. Ese “no-sé-qué” que tiene nuestra gente, nuestro círculo activo de personas en nuestro entorno, tiene un algo que los Smith, por mucho que nos den y que sea absurdamente mejor a lo que tenemos, no va a compensar. Nuestro país / ciudad es igual y nos damos cuenta de ello cuando emigramos.

 

Viví en Oxford (Inglaterra) un año, en Vichy (Francia) otro, en Madrid (España) diez y en Galicia (España) un año más. En ningún sitio, con un excelente entorno de oportunidades y mejoras cuantificables respecto a la penosa realidad venezolana, me he sentido como me siento en mi casa, en mi tierra, en esa desgastada y malusada -para fines partidistas- palabra Patria. Tengo muchas amistades que emigraron y, en un lapso entre 3 meses y 10 años, más de la mitad se han devuelto. Y garantizo que no es por condiciones pues, siendo conocidos personales, sé que sus situaciones cuantificables (seguridad, trabajo, estabilidad, poder adquisitivo, etc.) eran mucho mejores. Emigrar no es fácil, igual que no es fácil decidir el hacerlo y desde que me devolví –en mi caso a Venezuela- a mi tierra oigo con demasiada frialdad ese análisis simplista de los valores que sí podemos medir para argumentar el “hay que irse de aquí”. Numerosas obras artísticas reflejan este sentimiento, y destaco por encima de todas la película hispano-argentina “Martín H” (1995), donde el argumento principal del film es este: La emigración de una argentina caótica a una España en bonanza y ese no-sé-qué del que trato de escribir en este post.

 

Hay un factor X, una “materia oscura” que emana del suelo donde crecimos y en el que por la idiosincrasia del entorno nos sentimos a gusto. Es muy difícil de explicar y se sufre en carnes cuando emigramos. Mi recomendación personal no es la enemistad con la emigración, algo que suelo plantearme de vez en cuando; mi recomendación es incluir en nuestra matriz de decisión este factor X y tratar de cuantificarlo para tomar una decisión consciente. La mejor manera, en mi modesta opinión, es utilizar una tabla de valores donde identifiquemos todas las cualidades emocionales además de las “básicas” que intuimos más fácilmente. Posteriormente, en una segunda columna, coloquemos un valor entre 1 (el menor) y N (el número total de cualidades) sin repetir ninguno, donde destaquemos las más importantes a las que menos. En una tercera columna indicamos nuestra ciudad actual y en una cuarta el primer destino valorable; podríamos indicar tantos como deseemos.

 

OJO: Cabe destacar que este ejercicio es individual y engañarlo no genera ninguna mejora a la decisión, solo recibir un mayor golpe si tomamos la decisión incorrecta por el análisis equivocado. Hay que ser lo más sinceros posibles y tomarse el tiempo necesario para saborear cada cualidad abstrayéndose de las demás.

 

Bien, una vez desarrollada la tabla, quedará, por ejemplo (cada uno tendrá la suya), algo así:

 

CUALIDAD
VALOR
ACTUAL
DESTINO 1
DESTINO 2
…DESTINO N
Poder adquisitivo
8
 
 
 
 
Seguridad
14
 
 
 
 
Acceso salud
9
 
 
 
 
Acceso educación
11
 
 
 
 
Satisfacción laboral
3
 
 
 
 
Cercanía familia
6
 
 
 
 
Cercanía amistades
10
 
 
 
 
Opciones de ocio
2
 
 
 
 
Clima
4
 
 
 
 
Tiempo de ocio
5
 
 
 
 
Posibilidad desarrollo
7
 
 
 
 
Idioma
1
 
 
 
 
Capacidad de ahorro
12
 
 
 
 
Satisfacción núcleo
13
 
 
 
 

 

Una vez realizado esto y retocándolo donde creamos que es realmente justo el posicionamiento de nuestras prioridades, vamos a la segunda parte. Ocultar el valor que acabamos de colocar.

CUALIDAD
ACTUAL
DESTINO 1
DESTINO 2
…DESTINO N
Poder adquisitivo
 
 
 
 
Seguridad
 
 
 
 
Acceso salud
 
 
 
 
Acceso educación
 
 
 
 
Satisfacción laboral
 
 
 
 
Cercanía familia
 
 
 
 
Cercanía amistades
 
 
 
 
Opciones de ocio
 
 
 
 
Clima
 
 
 
 
Tiempo de ocio
 
 
 
 
Posibilidad desarrollo
 
 
 
 
Idioma
 
 
 
 
Capacidad de ahorro
 
 
 
 
Satisfacción núcleo
 
 
 
 

 

Ahora comenzamos a colocar un valor entre 0 y 10 en cada destino, incluido el ACTUAL. Cuando pensamos en poder adquisitivo (siguiendo el ejemplo) nos olvidamos del resto de factores. Solo pensamos en ese, donde 10 es excelente, la utopía de lo que está a nuestro alcance vital actual, y 0 es lo peor en lo que sentimos que podemos estar. Si en nuestra ubicación actual tenemos un poder adquisitivo donde no nos falta de nada, pensemos que un 5 sería justo. Si además de ello el comprar un nuevo bien / activo es una cuesta arriba totalmente imposible de conseguir, quizás un 5 sea mucho y lo bajemos a un 4. Es un criterio muy personal. Terminado esto, destino a destino y evitando hacer una comparativa inmediata entre unos y otros, pasamos al siguiente paso. Seguiré el ejemplo:

CUALIDAD
ACTUAL
DESTINO 1
DESTINO 2
…DESTINO N
Poder adquisitivo
6
8
5
 
Seguridad
2
9
6
 
Acceso salud
4
8
10
 
Acceso educación
8
5
10
 
Satisfacción laboral
10
3
9
 
Cercanía familia
8
0
5
 
Cercanía amistades
10
3
1
 
Opciones de ocio
3
10
6
 
Clima
10
5
6
 
Tiempo de ocio
4
2
5
 
Posibilidad desarrollo
3
4
6
 
Idioma
10
6
10
 
Capacidad de ahorro
2
1
5
 
Satisfacción núcleo
7
5
2
 

 

Muy bien. Démonos cuenta que estamos es cuantificando. El siguiente paso, sencillo de comprender, es la multiplicación del valor de la cualidad por el valor que tiene en el destino. Esto es una matriz de decisión clásica. En el ejemplo indicado quedaría así:

CUALIDAD
VALOR
ACTUAL
ACT Val
DESTINO 1
D1 Val
DESTINO 2
D2 Val
Poder adquisitivo
8
6
48
8
64
5
40
Seguridad
14
2
28
9
126
6
84
Acceso salud
9
4
36
8
72
10
90
Acceso educación
11
8
88
5
55
10
110
Satisfacción laboral
3
10
30
3
9
9
27
Cercanía familia
6
8
48
0
0
5
30
Cercanía amistades
10
10
100
3
30
1
10
Opciones de ocio
2
3
6
10
20
6
12
Clima
4
10
40
5
20
6
24
Tiempo de ocio
5
4
20
2
10
5
25
Posibilidad desarrollo
7
3
21
4
21
6
42
Idioma
1
10
10
6
6
10
10
Capacidad de ahorro
12
2
24
1
12
5
60
Satisfacción núcleo
13
7
91
5
65
2
26

 

Si ahora totalizamos esto, nos dará:

SUMA DE VALOR x ACTUAL: 48+28+36+88+30+48+100+6+40+20+21+10+24+91 = 590 puntos

SUMA DE VALOR x D1: 64+126+72+55+9+0+30+20+20+10+21+6+12+65 = 510 puntos

SUMA DE VALOR x D2: 40+84+90+110+27+30+10+12+24+25+42+10+60+26 = 590 puntos

 

En este caso, la decisión está entre QUEDARSE o irse al DESTINO 2. Pero podemos complicar más la cuantificación y entender mejor este Factor X. Si resaltamos los valores “fríos” de los emocionales, tenemos dos categorías diferentes, donde sabemos que los emocionales tienen un peso de mayor volatilidad y menor capacidad de manejo voluntario de los mismos. En este caso, y siguiendo mi criterio personal para ejemplificar la idea, separaré:

Satisfacción Laboral (no sabemos cuánto nos guste un nuevo trabajo hasta estar en el mismo)

Cercanía Familiar (no sabemos cuánto nos afectará la distancia hasta vivirla)

Cercanía Amistades (no sabemos las nuevas amistades que hagamos, lo bien que llenen ese agujero que incitará a devolvernos)

Satisfacción Núcleo (no sabemos cómo reaccionarán nuestra pareja / hijos hasta estar in situ)

 

Obviamente todos tienen una carga emocional, pero he elegido estos de los demás en el mero proceso del ejemplo. En este caso los de mayor peso en el Factor X (los que no solemos valorar adecuadamente) pesan por destino:

QUEDARSE: 30+48+100+91 = 269 Puntos de Factor X

DESTINO 1: 9+0+30+65 = 104 Puntos de Factor X

Destino 2: 27+30+10+26 = 93 Puntos de Factor X

 

Entre quedarse e irse al Destino 2, el peso emocional tendrá casi tres veces más fuerza que el irse. ESO EN ESTE EJEMPLO.

 

En fin, mi reflexión final es que, emigrar, pese a que parezca tan fácil de analizar como una adopción por la familia Smith, tiene “fallas ocultas” que tenemos que analizar con detalle y frialdad y paciencia, al menos, eso sí, desde mi propia experiencia.